Una de demagogia

Una de demagogia

No murió Zapatero (a partir de ahora ZP) precisamente con las botas puestas. El presidente se va sin levantar la ceja en exceso. Y se va dentro de poco a su merecido ‘me tomo un descanso’, y renuncia a casi todo en el alarde último de no molestar al compañero que viene. Tan poco molesta por no molestar que ni siquiera molesta al enemigo. Dice el mandatario que sí, que sentirá nostalgia, pero lo dice con el rabillo de la ceja. Los ciudadanos, los votos, quedan tan lejos como cosas tan imbéciles como el entusiasmo, como la esperanza, esos malditos pájaros de la juventud… El análisis parece estar muy claro, y hay quien dice que no hay que esperar a sus memorias para conocer el motivo objetivo de su derrota sin enfrentamiento, ni la causa subjetiva del abandono necesario a pesar de sí mismo, de su increíble tozudez, esa cabezonería de obligado cumplimiento en caso de incendio. Las malas lenguas, los lenguaraces, aseguran que ZP es un ‘bluff’, que siempre lo ha sido. ‘Bluff’ lo mismo sirve para el mentiroso que para quien se jacta, para el faltoso. Sería injusto calificar a ZP de balandrón, aunque haya quien incluso le eche en cara el no haberlo sido, que para todo hay gente. Los laberintos tienen una premisa fundamental: se conoce la entrada pero para salir, o tienes el plano o tienes que preguntar. Más allá de la premisa cabe la posibilidad de que no salgas jamás, como les pasó a Felipe y a Aznar, de momento. No debe de ser tan insoportable el agobio cuando nadie llama a los bomberos para que lo rescaten o a la policía para que lo detengan. El carpe diem sólo se predica cuando termina el día.

 

En el desastre de esta guerra sibilina, no tanto como ellos se creen, los gobernantes que quisieron sinceramente llamar a la amistad murieron antes de tiempo, o lo que es lo mismo en este caso, asesinados. Los que apelaron por la concordia y el desarme sólo ante el público aprovechable, murieron también antes de tiempo, pero al día siguiente revitalizaron su discurso en las televisiones oficiales. Sólo estaban heridos en su vanidad estos auténticos hippies de los palacios. Este tipo de estatuas mudas inmóviles que nos dan la pelmada levemente y que solo nos tocan a nosotros no suelen mirar por el retrovisor, reniegan de su probable inclusión en el diccionario de la historia, sea lo deleznable que sea, y se dedican a desaparecer. Unos con la dignidad que les acontece, otros sin la que nunca tuvieron. No todos son hombres del mismo saco, pero ahí están, son de los tiempos de nunca jamás. Hernández Mancha, Verstrynge o Ramón Martínez están en la galería de los ejemplos del dónde estarán de Lobatón. Pero al menos se fueron, aunque se resistan.

 

Trasladado el síntoma de la transgresión más absurda a la Asturias extraña de estos días, parece como si todo el mundo mirase al dedo pese a este inabarcable plenilunio que amenaza. Como si todos se fuesen, un día sí y otro también, a esperar al obispo de ‘Crónica de una muerte anunciada’ dejando la ciudad abandonada hasta que terminen los fastos de la boda. El calendario absurdo que nos marcan a ver si cuela empieza a tener el ritmo del Caribe. Entre las cuitas de los nombramientos, o no nombramientos, está media comunidad paralizada. La otra media sigue en paro. La oposición a este consejo de ministros indeciso por si mañana llueve, guarda la munición en el polvorín de las viandas, junto a los sifones. El horizonte del niño que se asoma a la tapia está en el 20-N, el gobierno que suceda al de ZP se formará el 23 de diciembre, Dios mediante. A esta campaña sucederá la de Navidad, y la cuesta de enero se trasladará en autobús a febrero, o a marzo. Llegarán las eurocopas, los Juegos de Londres, agosto de nuevo y otra vez septiembre. Y habrá pasado un año, entre cifras, letras y miserias. El próximo ministro será Tirso, tan largo me lo fiáis, y el don Juan que todos llevamos dentro acudirá con muletas a rondarle a una doña Inés armada con la espada de matar al primero que se aproxime. Malos tiempos para hacerse un seguro de vida.

 

En la cola de la ITV hay una muchedumbre de fotógrafos en busca de famosos. La autoridad ha perdido la noción de los cubos del reciclaje. No hay concejal de limpieza, jardines y tumbas, y nadie sabe si el papel hay que meterlo en el azul, la basura propiamente dicha en el amarillo o el plástico en el negro. A las cinco de la mañana siguen sonando los camiones que se llevan el envoltorio del consumo, los escasos ahorros y la poca imaginación que queda en los portales. Al fondo, Zitarrosa declama cien años después que “hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas… y la noche entrará cabeceando, saltará para adentro y se echará en el piso como un perro, y aguardará hasta la madrugada…” Un poco de canto para esta gente que aún piensa que está viva

 

FOTO: El nido vacío

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