El copago de la vida

El copago de la vida

Encerrados en un calendario de dos metros cuadrados, con el 25-M y el 29-M alborotando en el poco tiempo que les queda para disimular, los sospechosos habituales han comenzado a dar hachazos en la jungla con serio riesgo de confundir a un chimpancé con una liana entre machetazo y machetazo. El sempiterno debate acerca del Estado del bienestar, que ahora resulta que nunca existió, parece conciliar voces expertas (politólogos, sociólogos, economistas y tertulianos) de difícil asunción por parte del citado club de los sospechosos habituales. Estas opiniones cuadran el círculo en la impagable reflexión de que el Estado del bienestar se sustenta sobre la existencia de la sanidad y la educación públicas y gratuitas, el denominado ‘milagro español’, y sobre la advertencia de que si no se aplican medidas para no lesionar el ‘statu quo’ el jardín de los derechos adquiridos está gravemente amenazado. Como dejarlo en barbecho es tan peligroso para la salud del paciente como para la del gobernante, se precisan acciones incluso impopulares, algo que no gusta al administrador pero que es inherente a su condición. En el Parlamento catalán, los convergentes han sacado adelante el copago sanitario (ya saben, euro por receta) con la aquiescencia de los populares, lo que lleva a algunos a sospechar, con más que cierta razón, que los próximos presupuestos del Estado oculten tentaciones e intenciones. La sospecha surgida del ensayo catalán se sostiene además en un plano conceptual por la evidencia de que el mundo ganador ha elegido las medidas correctoras huyendo como casi siempre de cualquier revolución no controlada. Es decir, se prefiere arreglar la máquina de toda la vida a comprar otra, y si el mantenimiento es caro, que lo pague el de siempre. Cristos de este tipo, unas veces surgidos de la ambición de aquella manera entendida (recuerden la célebre ecotasa balear), otras de la necesidad (caso actual) suelen resolverse con una tormenta de arena política y acusaciones que por lo general no cruzan la línea más allá del partidismo, es decir, endogamias reunidas S.A. Llegados a este extremo, y aún a sabiendas de que es demagogia, ese dialecto nacional, deberíamos pensar en frivolizar el debate y crear una plataforma ciudadana que postule el copago por incumplimiento electoral. Promesa rota, euro por cada votante del gobierno que sostiene el partido tal o cual. Este presunto fondo de previsión cubriría con creces el mantenimiento de la máquina que encierra, entre otras muchas cosas, el concepto de Estado de bienestar. Pagar por vivir es una costumbre ancestral, el verdadero peligro está en los vigilantes del reparto, no lo duden. Y preparen las carteras.

 

ILUSTRACIÓN: Shylock después del juicio por John Gilbert (finales del siglo XIX)

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